Comentario
En estos años mejoraron paulatinamente las relaciones del Gobierno con El Vaticano, Estados Unidos y numerosas organizaciones internacionales. España entró a formar parte de la Organización Mundial de la Salud en 1951, en la UNESCO en 1952 y en la Organización Internacional del Trabajo en 1953. Las negociaciones militares con Estados Unidos seguían su proceso, y culminaron con tres acuerdos ejecutivos que conformaban el llamado Pacto de Madrid, que se firmó el 26 de septiembre de 1953. En ellos se sentaban las bases para la defensa mutua; se aseguraba el apoyo militar y económico a España; y se permitía la construcción y uso durante 10 años de tres bases aéreas y una naval en territorio español. Esto hacía que el Régimen tuviera un relación especial con la primera potencia mundial, así como una ayuda económica considerable.
Este acuerdo incorporó a España en la red militar del Comando Estratégico Aéreo y permitió una importante presencia militar americana durante las dos décadas siguientes. No hay duda de que esta relación fortaleció la imagen del Régimen en el interior del país y en el exterior. Martín Artajo afirmó que éste era el reconocimiento por parte de Estados Unidos de que la postura de Franco había sido correcta desde el principio. Sin embargo, había una oposición bastante fuerte a este acuerdo dentro de España, aunque no podía expresarse libremente. Los críticos argumentaban que era una relación asimétrica y que involucraría a España o al menos el territorio español en cualquier conflicto internacional en que tomara parte Estados Unidos. Cuando Talbott, secretario de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos, anunció que se almacenarían bombas atómicas en España, hubo protestas procedentes incluso del propio Régimen. Aunque oficialmente las bases estaban bajo la soberanía conjunta de España y Estados Unidos, existía un acuerdo secreto adicional, por el que Estados Unidos podía decidir unilateralmente cuándo utilizar las bases para contrarrestar agresiones comunistas evidentes.
El pacto americano se firmó un mes después de obtener el éxito en los prolongados esfuerzos para firmar un concordato oficial con El Vaticano, para sustituir el viejo documento de 1851 que la República había dejado de lado. Los católicos españoles apoyaron el Régimen y jugaron un papel muy destacado en las negociaciones con El Vaticano, algo escéptico, para la firma del Concordato en agosto de 1953. Este acuerdo, en el mismo año que el que se pactó con los americanos, supuso un paso más en el reconocimiento internacional del Régimen, aunque la mayoría de sus apartados simplemente ratificaban el statu quo ya existente entre la Iglesia y el Estado.
Dos años después, en diciembre de 1955, España entró en las Naciones Unidas como parte de un conjunto de acuerdos. En 1956 incluso las relaciones con la Unión Soviética se habían relajado y se pudo repatriar a unos 4.000 españoles; niños evacuados durante la Guerra Civil y parientes de emigrantes políticos en su mayoría, pero también había alrededor de 100 prisioneros de la División Azul que habían sobrevivido todos estos años en campos de trabajo soviéticos.
Franco empezó a tener dudas acerca de las nuevas relaciones internacionales del Régimen después de que la Unión Soviética lanzara el Sputnik con éxito en 1957. Esto se interpretó como la demostración más clara de los avances soviéticos en el lanzamiento de misiles, y Franco tenía un gran respeto, incluso algo exagerado, por los logros del sistema soviético en lo que al orden dictatorial se refiere. El temor a que la base militar de Torrejón involucrara a la propia capital en un conflicto nuclear con la Unión Soviética se hizo patente. Durante 1958-59 hubo discusiones de alto nivel con las autoridades americanas para que retiraran sus fuerzas nucleares de la base, pero Estados Unidos no dio su brazo a torcer. En su calidad de aliado menor, Franco tenía que conformarse con las ventajas políticas y económicas que había obtenido, y aceptar el riesgo estratégico, que no sería tan grande como se temía.
El apoyo americano también hizo posible el primer paso hacia la modernización de las fuerzas armadas desde la Guerra Civil. En 1952 se tomaron medidas para reducir el cuerpo de oficiales, que tenía unos 25.000 miembros. Al año siguiente se pasó de 24 divisiones a 18 y a algo más de 250.000 hombres, que se mantendría así durante los siguientes 30 años.
Desde 1944 el objetivo principal de las fuerzas armadas era poner fin a cualquier levantamiento dentro del país más que a la amenaza exterior. Muchas de las maniobras, misiones y destinos se realizaban y decidían con este objetivo, aunque después de 1950 el peligro de rebeliones internas se hizo muy remoto. A partir de ese año y hasta el final del Régimen, los problemas externos no vendrían de Europa ni de la Unión Soviética sino de la creciente dificultad en mantener la posición colonial en el noroeste de África.
La preocupación militar de Franco durante las dos últimas décadas de su vida fue Marruecos. Era una ironía, porque fue allí donde el Generalísimo había alcanzado su gloria y siempre tuvo una relación especial con África y una imagen romántica del lugar donde pasó quizá, los mejores días de su vida. Durante el ostracismo de posguerra, el Régimen había dado una importancia especial a la relación con el mundo árabe e hizo todo lo posible por mantener su posición en Marruecos. Se decía que en la historia de España se había creado una relación especial y un entendimiento con la cultura islámica y de hecho, el Gobierno español aplicó una política menos represiva con los nativos de su Protectorado que Francia. Pero a menudo no quedaba más remedio que poner fin a las rebeliones nativas por la fuerza y la única política conjunta que llevaron a cabo Francia y España durante la época del ostracismo fue, en diferentes niveles, la represión del nacionalismo marroquí.
Las relaciones con el mundo árabe se estrecharon a finales de los años 40 y principios de los 50, apoyadas por el no reconocimiento español de Israel y un creciente odio hacia el Estado judío después de que éste votara abiertamente a favor del boicot de las Naciones Unidas a España en 1949. Hussein de Jordania fue el primer Jefe del Estado que visitó España desde mucho antes de la Guerra Civil. Una visita de Martín Artajo al Oriente Medio resultó en una serie de acuerdos económicos y culturales. Los Estados árabes en general, estaban dispuestos a mantener una actitud positiva hacia el papel de España en Marruecos. El objetivo primordial del nacionalismo marroquí era Francia, de modo que su alto comisario después de 1951, el teniente general Rafael García Valiño, no tuvo grandes problemas en aplicar una política relativamente indulgente en el Protectorado. Fue por la presión marroquí que se logró que España se reincorporara a la administración de la zona internacional de Tánger en 1952.